Para mí, es ella. Ella es la biblioteca, ella quien le da calor y vida. Ella esparce sonrisas y susurros en los pasillos. Ella trata con mimo los volúmenes, y los posa en el sitio adecuado. Casi los acuna.
Para mí, es ella. La biblioteca no es el frío de los estantes metálicos, ni lo estrecho de los pasillos. Ni por supuesto, la injustificable ausencia de versos. Para mí, la biblioteca es ella.
Para mí, desde hace mucho tiempo, la biblioteca es su forma de sonreír. Las miradas deliciosas, el gesto amable, el guiño cómplice con todos igual, con todos diferente. La voz dulce y la exquisita forma de decir “gracias”.
Para mí, la visita depende de su presencia. Si está, todo se llena de colores y los segundos se dilatan. Si no está, rutina, decisión rápida y vuelta al frío.
Un día, yo me llevaba “El lado oscuro del corazón” y se quedó mirando la película con un gesto entre curiosidad y sorpresa. Ese día decidí, definitivamente que ella era la biblioteca.
Para mí, siempre, siempre ha tenido una sonrisa. Y para todo el mundo. Ella devuelve estrellas de mar al océano todos los días. Y les puedo asegurar que, como dice el cuento, hace de este mundo algo mejor gracias a su presencia.
(No sé su nombre, aunque si lo supiera, quizá tampoco lo dijese aquí. Pero espero que acuda este jueves a escuchar los cuentos y así poder decirle que ella, es la biblioteca.)
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