sábado, 11 de marzo de 2006

11M: Perdidas

Miguel
se empapó de sangre
ajena
aquella mañana.

Estuvo en aquellos trenes
que eran tumbas
de nuestra inocencia
y no dudó en ayudar
a los heridos
a los médicos
a los que no estábamos
allí
       también nos ayudó.

Debería sentirse bien
por haberse jugado
la vida
            (y ganarla)
por haberse jugado
la cordura
                 (y perderla).

Pero no se siente bien
apenas se siente.

Porque en cada silencio
de estos dos años
escucha
los mismos teléfonos
que aquella mañana
no dejaban de sonar
y nadie contestaba.

Y nadie contestó.

Y no contestará

nadie.


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