Creo en la intimidad de las habitaciones donde los secretos se hacen susurros y besos
Creo en el rubor de la humildad mal medida
Creo en quien busca la razón de un pálpito desconocido
Creo en las hojas de los árboles que nos recuerdan qué somos
Creo en la luz porque hace sombras
Creo en las sombras porque vienen de alguna luz
Creo en las palabras que se dicen por los ojos
Creo en quienes me dieron mi vida con la suya
Creo en los que buscan una vida mejor y no para ellos
Creo en las sensaciones y en los sentimientos
Creo en la dignidad de los humildes, en los placeres de la pobreza, porque son un respiradero aunque también una trampa
Creo en los abrazos cuando hasta te duele el pecho
Creo en las manos que levantaron sueños que nunca alcazarán
Creo en Mario Benedetti
Creo en la gente, pese a todo
Creo en los susurros y en los gritos, todo a su tiempo
Creo en el sabor que me deja tu boca
Creo en las sonrisas sinceras y en las lágrimas
Creo en quienes creen en mí y en otros muchos que no
Creo en la esperanza y en la utopía y en quienes caminan
Creo en el perdón espontáneo
Creo en la magia cotidiana de las madres
Creo en la ilusión colectiva y desmesurada
Creo en los fracasos como motivación
Creo en tus pechos que dan la vida y la renuevan
Creo en los regalos menos valiosos
Creo en la inocencia de los niños aunque hayan crecido
Creo en la lucha continua y en sus paréntesis
Creo en ti que me estás leyendo
Creo en el calor de un fuego y en el de una mirada
Creo en Jesús, pero no en ese
Creo en los brazos abarrotados
Creo en los granitos de arena y en las estrellas de mar
Creo en quienes escriben para provocar credos
Creo en vosotros, que ya sabéis quienes sois
No hay comentarios:
Publicar un comentario