lunes, 17 de octubre de 2005

Lluvia

Nunca me ha gustado excesivamente la lluvia. Ni siquiera esas escenas, más cursis que poéticas, del enamorado que camina bajo una lluvia, más agobiante que pertinaz, indiferente a su humedad manifiesta y su constipado inminente porque la alegría o el desespero lo hacen inmune a lo terrenal.

Pero ahora se oye por todos lados lo necesaria que es la lluvia y lo esperado de su llegada. Hasta sale gente en los informativos diciendo que le alegra ver las calles por la mañana cuando llueve (¡no doy crédito!). Así que me busco los motivos para que me haga feliz la ducha urbana espontánea. Y he encontrado esto que dicen Don Mario (Benedetti por supuesto):

"Hoy amanecimos, lavados por la lluvia y nos asombró vernos tan limpios, sin odios, sin rencores, sin caca de pajaritos, sin nostalgias muertas de hambre, sin basura. Ojalá que mañana llueva torrencialmente."

Si es para eso, que llueva, que llueva.

1 comentario:

Kitty-Wu dijo...

A mí me gusta mucho la lluvia, porque se lleva los malos humores. La lluvia desatasca y arrastra, se lleva lo que se quedó, pero en el sentido malo, en el sentido de aferrado. La lluvia parece que hable de segundas oportunidades, de que mañana encontrarás tu calle limpia, bañada por el sol y con la lluvia como recuerdo, pero no como castigo...La lluvia es un poco como las lágrimas, que se llevan la pena... pero como todo en exceso, la lluvia y las lágrimas son malas...