El director del Diario de Burgos decidió crear su particular "jardín" para Jorge Villalmanzo invitando a sus amigos a que ocuparan la columna quincenal que el escribía en el periódico. Hoy ha sido el turno de Javier Gil (y por tanto, un poco de La Poesía es un Cuento). Con permiso de Raúl Briongos a quien agracemos desde el detalle, lo reproducimos aquí.
Ojalá nunca se hubiera escrito este artículo pero al menos, que valga para que no se quede ningún "te quiero" en el tintero.
Libros duermen en el pecho. Y soledad, y tristeza, y miedo. Porque se fue
el poeta, el amigo, el compañero. Se fueron los ojos azules que caldeaban los
inviernos. Se nos escapó la cordura, la lógica y los sueños. Los abrazos más
sinceros se fueron. Nos quedó apenas un sentimiento. Atravesado en la garganta.
Duro, frío, inhóspito, de acero. Y no está el poeta para ponerlo en verso.
Libros duermen en el pecho. Y queremos dormir y que todo sea un mal sueño.
Y queremos volver marcha atrás en el tiempo. Y queremos que esta soledad no
esté en lo cierto. Y queremos retener cada momento. Y queremos rompernos la voz contra este
silencio.
Libros duermen en el pecho. Dejaste a Cruz un leve consuelo: ahora
Bernardo no está solo en el cielo. Pero ¿qué hacemos con el resto de nuestros desvelos?
Con nuestros cuerpos que no se acostumbran (ni acostumbrarse quieren) a que no
los abraces de nuevo. Con nuestras lágrimas, con nuestros baldíos esfuerzos.
Con nuestra esperanza del siguiente encuentro. Con el obstinado vacío de los
recuerdos.
Libros duermen en el pecho. Me preguntan por ti y yo les cuento. Que a
nadie escuché hablar mal de Jorge. Que todos decían algo bueno. De tu
entusiasmo contagioso, de tu solidaridad empuñada con hechos, del hombre más
alegre, del hombre más honesto. De cómo, haciendo caso a Goytisolo, nunca
dijiste no puedo más y aquí me quedo.
Libros duermen en el pecho. Y esta ciudad se desangra en versos. Y el futuro es prosaico, oscuro, incierto. Sin
ti, esta ciudad es casi un desierto, es un libro jamás abierto, un pasatiempo
sin ningún acierto. Por suerte los
poetas sabrán cantar tu recuerdo. Porque tu aliento está presente en cada uno
de sus tinteros. Porque fuiste poeta de poetas, porque fuiste poeta en todo
momento.
Libros duermen en el pecho. Ojalá sobre un jardín tu nombre en piedra
desafíe al viento. Hablo de justicia no de un simple deseo. No de un capricho,
no de un regalo. Hablo, por muchos, hablo por cientos. Hablo de un pequeño
rincón junto a la calle de San Lorenzo. Allí podremos llorar, recordar,
conversar, y ser felices en esos breves
instantes en que el destino no parece un cruel invento.
Libros duermen en el pecho. Y a mí me queda la infinita rabia de no
haberte dicho, amigo, te quiero.
Imagen cortesía de Rosalía S.
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