La princesa Valvanuz disfrutaría estos días en mi ciudad. Porque siempre he pensado que la primavera debería ser la estación favorita de las princesas y esta primavera, ha comenzado en mi ciudad inundada de nieve.
Si olvidamos los inconvenientes de estas grandes nevadas (que son muchos) no podemos negar lo navideño de la circunstancia.
Y es que la nieve hace que los vecinos que ayer apenas mascullaron un saludo hoy comparten pala o se ayudan a empujar el coche. La nieve hace que los padres salgan a la calle a jugar con sus hijos, lo que cada vez “está menos de moda”. La nieve hace que tengas una perfecta excusa para prepararte un chocolate en casa y comer bizcochos viendo como en la calle alguien construye un muñeco. Y sobretodo la nieve hace que podamos notar esa sensación y ese sonido que tanta gente define como delicioso: pisar nieve recién caída que aún no había pisado nadie.
La escasa luz de las mañanas se multiplica, las estatuas se ponen una capa de blanco algodón, hacemos fotografías a nuestra ciudad que nos reconcilian con ella y sobretodo el silencio. El silencio se espesa en las calles como una sensación de irrealidad y paz.
Me gustaría compartir ese chocolate contigo, y también el muñeco…
2 comentarios:
Estoy de acuerdo contigo, sobre todo en lo de pisar la nieve inmaculada. Por eso me gusta madrugar después de una nevada para sentir el crujido amoroso y mullido de la nieve. Lo que no me gusta es tener que salir a trabajar, y exponerme a un accidente, como le ha ocurrido a una compañera de trabajo. Para los que tenemos obligación de salir a la carretera, la nieve nos produce insomnio en los días laborables. ¡ojalá nevara sólo los fines de semana!
Amaya
A mi es que la nieve no me gusta, pero el chocolatito caliente y el calor de una mantita en el sofa...mmm...Eso es otra cosa.
Un petonet
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