viernes, 23 de octubre de 2009

Una deuda

Me temo que le han engañado. Ella me contó que le habían operado el pecho por no sé qué turbia historia pero no lo creo. En realidad, seguro que los médicos han tenido que hacer algo para que no se le escapara el corazón del pecho de lo grande que es. No sé porque motivo no se lo contaron pero es así, tiene un corazón enorme. Un corazón enorme y generoso, dulce pero firme.

Ella es de esas personas que nunca se quedarán inmóviles al borde del camino. Ella siempre avanza, con determinación, con entusiasmo, hacia adelante, hacia el horizonte. No porque quiera dejar atrás a quienes comparten los pasos con ella, no. Ella avanza más rápido para asegurarse de que es el camino bueno, para conjurar los peligros, para con su luz (de luciérnaga) indicarnos la dirección adecuada.

Ella es de esas personas que cuando está contigo, es incondicional. Si decide que puedes contar con ella, si ella cuenta contigo, es parasiempre. No hay vuelta atrás. Es una suerte que te ocurra eso porque, a menos de que tú falles, ella no va a faltar nunca. A veces le llaman a eso amistad inquebrantable, yo le llamo amistad de verdad. Eso sí, es renovable, cada vez que te encuentras con ella renuevas ese lazo hasta el siguiente encuentro. No hace falta nombrarlo, es su primera mirada la que sella el pacto. Te mira y te hace ver. Te hace ver que no va a dejar de estar.

Ella es una de esas luciérnagas que vuela alto, siempre alto. Que brilla mucho, muchísimo. Porque si, a veces, no encuentra fuerzas para subir y parece que piensa en aterrizar, siempre hay otras, muchas, muchísimas luciérnagas que le llevan adonde debe estar: lo más arriba. Porque, si veces, parece que se le apaga la luz, siempre hay otras, muchas, muchísimas luciérnagas que brillan a su lado para que no pierda nada de fulgor.

Ella va deprisa porque tiene que dar muchos abrazos y busca tiempo para que no se le escape ninguno. Pero, como si tuviera poderes, puede parar “su” tiempo para estar con las personas que le hacen feliz. Y además, como normalmente le gusta ir deprisa, le encanta que, de vez en cuando, un cuentero pare también “su” tiempo para contar historias de esas que te dejan blandito por dentro.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también conozco a alguien así.
Le he enviado lo que has escrito.
Gracias. Marian

Anónimo dijo...

¡Qué dulce que te dejen blandito por dentro!

Anónimo dijo...

GRACIAS