domingo, 11 de marzo de 2007

Historias

Imaginen la historia que prefieran:

Por ejemplo, un hombre que, somnoliento, se dirigía a trabajar pensando en que esa misma tarde le daría una sorpresa a su hijo e irían ambos al cine a ver la última película de dibujos animados.

O una chica que, curioseando en la carpeta para pasar el tiempo hasta llegar al instituto, encuentra una nota de un compañero de clase en la que dice que quizá… ellos dos... podría ser que... Y ella va imaginando que fuera cierto.

Estas u otras. Pero imaginen hasta ciento noventa y dos historias. Y todas acaban mal. Todas tienen el peor final posible. Porque ciento noventa y dos historias viajaban en esos trenes y todas terminaron rotas. Hace hoy tres años.

Y hoy sigue doliendo igual. Como dijo Ismael Serrano: “Si es en su nombre yo maldigo a dios” A cualquier dios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias al destino, mi hermana no forma parte de esas 192 historias. Aquel día no cogió el tren. Pero podía haber sido cualquiera de mis amigos, de compañeros de trabajo, o incluso yo misma, porque yo también tomaba ese tren cuando vivía en Alcalá. Y conocía a todos los que nos subíamos en el mismo vagón. Gracias por acordarte de esas personas, yo tampoco me olvido.
Amaya